lunes, 4 de septiembre de 2017

Latitud 39°28′11″N Longitud 00°22′39″W

Me gusta estar solo –me contó Juan-. La sola idea de trastocar mi rutina, una cena con amigos pongamos por caso, me quita el sueño. Aunque hay algunos amigos con los que me encuentro solo. No deberían tomárselo como una ofensa. Viniendo de un tipejo como yo se trata de un piropo. No sé cómo me aguantáis. También, como sabes, soy pesimista, melancólico y cascarrabias. Pesimista y cascarrabias por voluntad propia. Melancólico, porque soy sanguíneo y tengo el rh negativo. Debe ser por esto que no me pican los mosquitos. Entiendo que el pesimismo está más cerca de la verdad que el optimismo. No todo va bien, por mucho que los optimistas se empeñen en desearlo. El optimista es, en el mejor de los casos, un impostor, y en el peor, un imbécil. No es que esté siempre a favor de la sinceridad. A menudo, la sinceridad se confunde con la impertinencia. Pero sí que prefiero, por ejemplo, a un médico que me diga la verdad a otro que me dé falsas esperanzas. Si me muero, que me lo diga. Así, me organizo.

Joder, Juan – le dije-. Eres la alegría de la huerta. Da gusto quedar contigo.

¿A qué sí? –respondió-. Pues déjame seguir, que llevo carrerilla. Los políticos, por ejemplo, son optimistas profesionales. Son de los que se acogen a la máxima esa que dice que el que no se consuela es porque no quiere. Los pesimistas les fastidiamos porque sabemos que mienten. Ellos quieren a los votantes ilusos. ¡Ay, las ilusiones! Supongo que habrá que tenerlas, pero siendo consciente de que lo más probable es que no se alcancen.

¿Y lo de cascarrabias? –le pregunté-.

Ah, sí –contestó-. Entiendo el cagarme en todo como un tipo de humor. Llámalo sarcasmo, retranca o como quieras. Es que no me sale de otro modo. Es hartazgo, tristeza. Ya sabes –canturreó- "tristeza nao tem fim, felicidade sim". Esta canción siempre me recuerda al final del verano, a echar las persianas, la casa en penumbra… Para los niños era un duelo. A los niños deberían vestirlos de luto cuando se termina el verano.

¡Jo, tío! Pareces portugués. O peor, gallego.

Pues mira, a eso iba. En realidad, yo siempre he aspirado a ser un hedonista. Me encantaría disfrutar de la vida contemplativa. Il dolce far niente. Pero no hay manera. Sólo me quedo quieto cuando leo, cuando duermo a ratos o cuando miro al mar. Y sólo al mediterráneo. El resto de mares me inquietan. Ya me conoces, en cuanto me siento más de cinco minutos empieza a picarme el culo. Un cuadro torcido, una hoja seca fuera de lugar en el jardín, el disco de vinilo que salta en el minuto inadecuado, algún plato desalineado en el friegaplatos… cualquier cosa que no armonice me desasosiega mucho. Así que, haciendo mío el topicazo que acabas de soltar, me pregunté el porqué de este carácter tan sombrío. Nací en Valencia. Bueno, en el grao, circunstancia que aporta inteligencia y donosura. Valencia está a una latitud de 39°28′11″N y a longitud 00º22'39''W. De modo que, por lo que parece, soy del sur de España. Un país que está al sur de Europa. Los del sur, si atendemos al tópico, somos divertidos, acogedores, festivos, ruidosos, improvisadores y, como hace bueno, amigos de vivir en la calle. Hasta donde recuerdo, así eran mis abuelos y así son mis padres y mis hermanos. A mí no me gusta ni salir ni la gente ni el caos. A mí me gusta mi casa, la soledad y el orden. Decidí entonces trepar por mi árbol genealógico para encontrar al antepasado del que he heredado mi forma de ser, un portugués, un gallego, alguien del Bierzo quizá. Y ascendí y ascendí y lo más exótico que encontré fue una tía bisabuela que nació en Ceuta. Por lo demás, el resto de mi familia, hasta donde pude llegar, proviene del triángulo que se dibuja entre Alcossebre, las baleares y el cabo de Gata. O sea, paisanos del sur. Claro que no pude ascender más allá de cinco o seis generaciones. Y eso gracias a que mi abuelo era aficionado a estas cosas y guardó muchas carpetas con papelotes y algunos álbumes de fotografías. En realidad, yo sabía que todo este estudio no era más que puro entretenimiento. Los nacidos en el mediterráneo somos hijos de una larga estirpe de putas y marineros. ¡Quién sabe si entre ellos no habría algún gaviero de Lisboa! El joven gaviero que recaló en Valencia, fecundó a aquella puta y me dejó de recuerdo algún cromosoma.

Juan calló unos segundos. Bueno, y qué es de tu vida –preguntó-.

No sé, poca cosa –respondí-.


Pues entonces acompáñame a casa, no vaya a ser que nos encontremos con Carlos y nos dé el coñazo.

Estafermo

Si llega el pasmo senil me reventaré la cabeza con una escopeta. Entonces consentiré que me expongan en el ataúd. Quiero que sustituyan mi c...