lunes, 20 de abril de 2020

Generosidad


20/04/2020 Trigesimoctavo día.

No somos generosos a la hora de compartir los lugares en los que disfrutamos, porque los queremos para nosotros y para nadie más. Ocultamos ese recóndito restaurante, a las afueras de la ciudad, donde dan un arroz insuperable a precio de risa. Pero también lo intentamos con pueblos, islas o países enteros, como si pudiéramos borrarlos del mapa. Tememos que se popularicen y se echen a perder. De hecho, uno de los actos de amor supremo es descubrir a una pareja o un amigo uno de esos lugares. “Confío en ti plenamente”, les dices, “Mi secreto está en tus manos”. Este afán de preservación de lo que consideras tuyo puede llegar a extremos enfermizos. Yo, por ejemplo, cuando escribo en este blog casi nunca pongo nombre (o me lo invento) a los locales que adoro o a los lugares donde soy feliz. Hay que ser muy imbécil y muy desconfiado, teniendo en cuenta que sólo dispongo de un lector ocasional.

Lo curioso es que sí que nos gusta mucho compartir los cómics, libros, películas o canciones con cualquiera que nos lo pida. Estos días en especial, y aunque no he dispuesto de tanto tiempo como pudiera parecer, he intercambiado recetas, títulos de libros, películas o series y listas de canciones.

Quería abundar en el tema de las recetas. De unos años a esta parte, gracias sobre todo a la popularidad de algunos cocineros televisivos, cocinar está de moda en este país. En mi entorno cercano tengo familiares, amigos y amigas que, sin ser profesionales, cocinan de lujo. La pregunta es: ¿por qué a todos les ha dado por hacer pan y dulces? Hay que ver el aluvión de fotografías de panes, bollos, rosquillas, magdalenas o pasteles de todo tipo que me han llegado por Whatsapp. Uno me envió por vídeo la receta de un Curd Lemon -con el que rellenó no sé qué tarta de frambuesa casera-  a medida que lo iba cocinando. Otra amenaza con encender mi horno de leña para hacer bizcochos cuando nos veamos después de la reclusión (por encima de mi cadáver, pues bueno soy yo apilando leña con avaricia por lo que pueda pasar en el futuro). Lo que no me han mandado son vídeos pegándose una carrerita por el pasillo o haciendo flexiones. Y no es que la cocina y el ejercicio físico estén necesariamente reñidos, pero los conozco bien y ninguno de estos estupendos cocineros aficionados destacan por sus marcas atléticas. A uno no le he visto nunca las piernas y otro no correría ni para huir de un incendio.

Este verano, cuando se coloquen al trasluz de las mamparas de las  playas y los restaurantes, se parecerán a la silueta de Alfred Hitchcock. Botero va a tener modelos para aburrir.

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