domingo, 21 de febrero de 2021

Libertad de expresión

Pablo Hasél dice ser poeta y rapero. Bueno, Pablo Hasél es poeta y rapero, porque basta con que digas ser lo que se te ocurra para inmediatamente serlo. Tal y como están las cosas, por ejemplo, tienes derecho a ser madre aunque los cojones te cuelguen hasta las rodillas. Pablo Rivadulla, nombre de pila del rapero, escribe poemas. Busco en internet y me encuentro con estos versos inspirados, imagino, por el estro:

“No me da pena tu tiro en la nuca, ‘pepero’. Me da pena el que muere en una patera. No me da pena tu tiro en la nuca, ‘socialisto’. Me da pena el que muere en un andamio”

“Mira a los puercos del PSOE comiéndosela a la monarquía. Los dispararía uno a uno, sería oportuno, algo mejoraría

“¡Merece que explote el coche de Patxi López!”

“Pienso en balas que nucas de jueces nazis alcancen”

“¡Que alguien clave un piolet en la cabeza a José Bono!”

 “Quienes manejan los hilos merecen mil kilos de amonal”

Y otros que aluden a la Familia Real española desde la metáfora sutil:

 

“Voy a decir como Corina: guillotina”

 

“Si Froilán se disparó en el pie siendo menor de edad igual ahora que es mayor de edad va a disparar a toda la Familia Real”

 

“Los parásitos de los Borbones siguen de trapis con los decapitadores de los homosexuales”

 

No quisiera darme pisto, pero vengo cagándome en la Familia Real, de viva voz o por escrito, desde el setenta y cinco del siglo pasado. Mi padre pensaba que me iban a enchironar pero, desafortunadamente, nunca tuve tantos seguidores como Rivadulla, por lo que perdí la oportunidad de convertirme en un mártir y el dolce far niente carcelario. Vamos, que  a partir de este momento sé de lo que hablo.

 

Al poeta y rapero Hasél lo han metido en la cárcel porque, según el Supremo y tras algún recurso:

 

No queda la conducta amparada por la libertad de expresión o difusión de opiniones invocada por el acusado y su defensa, en el entendido de que a los fines del terrorismo resultan extraordinariamente útiles y valiosas las aportaciones de quienes, como el recurrente, ensalzan las acciones, justifican la violencia y expresan simpatía frente a la eliminación física del disidente. No se trata, como se pretende en el recurso, de sancionar penalmente una discrepancia respecto de la ideología política o social de otros, sino, dada la forma en que se exterioriza y expresa la discrepancia, de penar la incitación, la provocación y el riesgo que genera de que terceras personas, enardecidas por esas expresiones, retomen la violencia".

 

 

La sentencia está bien redactada y supongo que se ajusta a la ley. Otra cosa es que no esté de acuerdo con la ley y sí con Íñigo Errejón, el único político al que he oído discrepar con sensatez. Íñigo opina, como yo, que cualquier gilipollas tiene derecho a decir lo que le apetezca. En eso consiste la libertad de expresión. En ningún caso se pueden perseguir las ideas, vengan de donde vengan. Ahora, eso sí, sin refugiarse bajo el paraguas de la expresión artística y, sobre todo, sin hacer distingos.

 

En lo referente a la expresión artística he de decir que nunca he tenido claro cuáles son sus reglas. El tiempo de la técnica y de la emoción fue sepultado bajo la iconoclastia de las vanguardias históricas. Duchamp firmó con seudónimo e ironía un urinario y lo declaró obra de arte porque él, como artista, así lo había decidido. Y desde ese momento todo vale. Si Pablo Hasél dice ser poeta es porque lo es. Siempre habrá quien disfrute de sus poemas y quien justifique sus desvaríos. Así se cierra el círculo. Y si Pablo Hasél quisiera ser madre, quién sería yo para quitarle la ilusión.

 

Quiero insistir en mi idea de que cualquier gilipollas tiene derecho a decir gilipolleces, aunque me parece que parapetarse tras el escudo del arte no es más que una excusa. Yo prefiero a los que hacen política mintiendo y sobornando a pecho descubierto, Me explico. De un par de siglos a esta parte, el artista parece forzado a tomar partido ideológico y poner su obra al servicio de la causa. Viví un tiempo en el que los artistas estaban obligados a luchar contra una dictadura. Los artistas gastaban coderas en la chaqueta de pana, bufanda adornada de caspa y sarro denso en los dientes. Los artistas plásticos, los escritores, los cantantes, los ilustradores, los humoristas gráficos y muchos otros regateaban con ingenio a la censura o se enfrentaban a ella con valentía. Algunos, incluso, supieron navegar la ola vanguardista sin perder su carácter reivindicativo. Este país les debe mucho, muchísimo. Pero su momento crepuscular llegó tras la muerte del dictador. Los más inteligentes supieron reciclarse. Otros, se agostaron. Yo, que tenía doce años, me subí al tren del colorín lisérgico y la alegría. Ese movimiento, fruto de la incipiente democracia, quizá fútil, banal y hasta nihilista, instaló al país en la modernidad (signifique lo que signifique el término). Mirábamos con curiosidad de puertas para afuera y disfrutábamos de nuestro nuevo lugar en el mundo, más allá de la grisalla, el Polil y el chicle Dunkin. Por eso me llama la atención que los jóvenes progresistas amenicen sus acampadas con himnos “progres” del año de la rubeola como “Al vent” o “L’estaca”. Apestan a urinario grafiteado de estación de autobuses, a esmegma, a flit y a moscas ahogadas en un porrón.

 

Dos amigos de mi padre, simpatizantes socialistas, murieron asesinados por los nacionalistas racistas (valga la redundancia) de ETA. Eran profesores y buena gente. Ahora se les llamaría “buenistas” como sinónimo de pardillos. Quizá lo fueran. Uno piensa que educar en casa y formar en las escuelas evitará que en el futuro se arreglen las cosas a hostias. Nunca será así si los políticos alientan la violencia. En ese sentido, resulta chocante que Echenique, carne de cañón por su discapacidad, arengue a las hordas antisistema a destrozar escaparates de currantes y a quemar contenedores y mobiliario urbano que pagan sus padres a cuenta de sus sueldos. Hasta a atizar a periodistas y a quemar sus despachos, curiosa manera de defender la libertad de expresión. En un estado neofascista o neoestalinista, él sería el primero en caer de cabezón por un acantilado. Gracias a imbéciles como Echenique crece la ultraderecha de mierda en España.

 

Echenique es portavoz de un partido al que el poeta Hasél ha dado caña. Rivadulla no deja títere con cabeza. Pero Echenique y el presidente de su partido, que no duda en calificar la democracia española como deficiente (como lo son todas), apoyan los disturbios desde el gobierno al que han llegado mediante esa democracia poco plena. Nunca, en ningún caso, quisiera convertirme en un hater semántico, pero alguien que confunde el significado de “infringir” con el de “infligir” no puede ser vicepresidente ni de su escalera de vecinos. Ni mucho menos del gobierno de una nación. Y, desde luego, no cabe alentar a la turbamulta por cálculos electorales o por la mala conciencia de haber accedido al poder, tan deseado por otra parte. Ni abjurar de los policías que atizan a quienes les agreden pero palmear la espalda de los guardias civiles que protegen de escraches la valla de su chalet.

 

Leí hace años una historieta del Ivá sobre este tema. Ivá fue un gran comiquero y un tocapelotas sin igual. En apenas dos páginas contaba la evolución de un comunista español elegido eurodiputado. En el mitin en el que se despedía de sus compañeros de partido, el joven eurodiputado prometía defender los derechos de la clase trabajadora desde Bruselas. Como símbolo de su lucha se anudaba una corbata roja. Su madre se despedía de él dejando caer unas lagrimitas y preparándole un bocata de chorizo envuelto en Albal. En el avión, el eurodiputado bisoño conocía a un colega, también español, que viajaba en primera. Este le invitaba a acompañarle a la parte noble del avión. Ahí, bebían champán y comían jamón del bueno a cuenta de sus cargos. Lo primero que hacía el joven eurodiputado al aterrizar en Bruselas era tirar la corbata roja y el bocata de chorizo a una papelera del aeropuerto. Dos curritos españoles, que pasaban por ahí con sus monos de limpieza y sus escobas, se encontraban la corbata y el bocata. “¡Ostia tú! ¡Qué corbata má guapa!” -decían- “¡Y vaya peaso de bocata de choriso! Es que la gente no sabe disfrutá de lo güeno”.

Me da a mí que estos podemitas andan lost in translation y que, entretanto y de mudanza, disimulan confundiendo a los currantes que les votan con subnormales desfaenados que los apiolarían si los tuvieran a tiro.

 

En cuanto a ser antisistema, término ambiguo donde los haya, intuyo que no es un colectivo homogéneo y que hay quien lo utiliza a su conveniencia. De hecho, los antisistema son los primeros en quejarse de lo mal que funciona la seguridad social cuando se resfrían. Comprendo el hastío de quienes no tienen trabajo y que no encuentran solución en el sistema actual. De hecho (ya lo conté por ahí debajo) yo no pienso votar nunca más “enmiputavidaquemequeda(poca)”. Pero en estos grupúsculos abundan los violentos vocacionales, psicópatas tarados que disfrutan repartiendo estopa. Gilipollas, en suma, que reparten hostias por gusto o por odio conveniente, saqueando tiendas con ropa de marca o atizando a los que testifican en su contra (vease Pablo Rivadulla vs periodista de TV3 y Rivadulla vs testigo de juicio en su contra). En resumen, simples delincuentes aprovechados.

 

Anoche escuché en la radio a una tipa del partido del vicepresidente Pablo Iglesias. No recuerdo quién era, pero decía que había más presos por motivos ideológicos en España que en Irán. Me remito a la página de Amnistía Internacional, poco dada a tonterías:

 

“Las autoridades reprimieron con dureza el derecho a la libertad de expresión, de asociación y de reunión. Las fuerzas de seguridad emplearon medios letales de manera ilegítima para sofocar las protestas, mataron a cientos de personas y detuvieron arbitrariamente a miles de manifestantes. Las autoridades detuvieron de forma arbitraria a más de 200 defensores y defensoras de los derechos humanos y en muchos casos les impusieron penas de cárcel y flagelación. Una nueva ley permitió a las mujeres iraníes casadas con extranjeros transmitir la nacionalidad iranía a sus hijos e hijas, pero las mujeres seguían sufriendo discriminación, y las autoridades intensificaron la represión contra las defensoras de los derechos de las mujeres que hacían campaña contra la legislación relativa al uso obligatorio del velo. Las minorías étnicas y religiosas sufrían una arraigada discriminación. La tortura y otros malos tratos, incluso mediante la negación de atención médica, seguían siendo generalizados y sistemáticos, y se cometían con impunidad. Se aplicaban penas judiciales crueles, inhumanas y degradantes.Decenas de personas, varias de las cuales eran menores de 18 años en el momento del delito, fueron ejecutadas, a veces en público. Se vulneró de forma sistemática el derecho a un juicio justo. Las autoridades iraníes persistieron en cometer el crimen de lesa humanidad de desaparición forzada al ocultar sistemáticamente la suerte y el paradero de varios miles de personas que habían sido ejecutadas extrajudicialmente y en secreto en la década de 1980 por su disidencia política”.

 

Igüalico, igüalico que en Lérida

 

El otro día, tomando café, un buen amigo me dijo que hubiera ido a la manifestación pro Hasél porque en España no hay una democracia plena. Bien, voy a darle la vuelta a los poemas de Rivadulla pero cantando, porque así todo vale y contaré con el apoyo de mis colegas artistas:

 

“No me da pena tu tiro en la nuca, ‘rapero’. Me da pena el que muere en una patera. No me da pena tu tiro en la nuca, ‘puerco Hasél’. Me da pena el que muere en un andamio”

“Mira a los puercos de Podemos comiéndosela al muerto Chávez. Los dispararía uno a uno, sería oportuno, algo mejoraría(sic el “los”).

“¡Merece que explote el coche de Pablo Iglesias!”

“Pienso en balas que nucas de jueces nacionalistas alcancen” (sic construcción lamentable).

“¡Que alguien clave un piolet en el cabezón de Pablo Echenique!”

 “Quienes manejan los hilos merecen mil kilos de amonal” (literal).

En lo que se refiere a los Borbones, pensé en copiar y pegar todo lo que he escrito hasta hoy, pero es mucho y me da pereza. Creo que sobra decir, cada vez con menos ganas, que me cago en el Rey Juan Carlos I y en toda su progenie. Pero también en el puto poetastro rapero Hasél, vergüenza del soul, de la literatura y de la democracia.

Por cierto, amigo, te quiero mucho. ¡Viva John Coltrane!

P.D: Durante la redacción de este artículo se sacrificaron miles de neuronas a cuenta de la escucha de un par de temas del rapero Hasél. Y no ando sobrado de ellas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  

2 comentarios:

  1. Con tu permiso, se lo daría a leer a más de uno... Genial como siempre Antonio! estoy disfrutando de todos tus escritos.

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Estafermo

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