jueves, 26 de abril de 2018

Deporte


Tengo un amigo, veinte años más joven que yo, que hace deporte. No sé por qué somos amigos. He intentado iniciarle en el mundo de la droga para ver si se le pasaba, pero no muestra  interés  y no se esfuerza.

Mi amigo escala montañas nevadas en pantalón corto. A veces las sube en bici para después, una vez coronada la cima, dejarse caer peñas abajo con mucho riesgo de su integridad física. Al parecer, este tipo de actividades suicidas son adictivas debido a la secreción de adrenalina, testosterona, serotonina, dopamina y lisérgicos naturales… ¿o eran opiáceos? Esta adicción conlleva un significativo menoscabo de la economía de mi amigo que, necesitado de su dosis diaria, cuando no trepa corre y cuando no pedalea se tortura en el gimnasio. Si sumas lo que cuestan las zapatillas adecuadas a cada una de las disciplinas –que, además, hay que reponer con cierta frecuencia-, las muy variadas camisetitas de marca, la bicicleta de fibra de carbono, el casco de diseño, el cuentakilómetros, los muy diversos chismes para medir el ritmo cardíaco, los gastos del gimnasio, etc, la cosa se pone en un pico. Por no hablar de la ropa ajustada para lucir pectorales, serratos, abdominales, glúteos, gemelos e isquiotibiales después de la ducha.

Yo, a mi amigo, lo veo mal. Tiene bultos donde no toca y moretones por todo el cuerpo a consecuencia de las hostias que se mete cuando se despeña con la bici.  No quiero ni pensar que pueda caer en el cenagoso pozo de la vigorexia y que reviente por las costuras. De momento, he notado que a medida que le crecen los bíceps le mengua el vocabulario, aunque puede que sea una percepción sesgada por mi aversión a cualquier ejercicio físico innecesario.

Sin embargo, no he percibido ninguna merma en su libido. Más bien al contrario, mi amigo parece un sosias de Priapo. Tanto es así que el otro día fuimos a tomar algo –yo un vino, él un isotónico-, me señaló a una chica muy corpulenta, tatuada y peluda y me dijo: “Me la tiraría”. Yo pensé que acostarse con esa chica hubiera sido como hacer el amor con un mexicano, en concreto con el que toca la guitarra grande. Supongo que este furor venéreo se debe a la ingesta inmoderada de anabolizantes, esteroides y lonchas de pechuga de pavo sin sal.

Es muy triste ver como personas jóvenes, con un lindo porvenir, echan a perder sus vidas por culpa del deporte. Creo que voy a recoger firmas en Change.org para que el gobierno nos escuche y a ver si entre todos conseguimos erradicar esta terrible lacra.    


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