sábado, 20 de junio de 2020

Performance


1

En 1982 asistí a una performance. Fue en un aula de la Facultad de Bellas Artes. Un alumno de quinto apareció con la pertinente bata roñosa que nos servía de uniforme y extendió por encima de la pizarra un papel blanco de unos dos metros de alto por seis de ancho. Después, dejó en el suelo unos cuantos botes de pintura acrílica de diferentes colores e hizo una señal para que alguien apagara las luces. Se encendió entonces un proyector que comenzó a bombardear diapositivas inconexas sobre el papel. El alumno pegaba brochazos azarosos sobre las imágenes al tiempo que pitaba con un silbato que llevaba en la boca. Pasado un tiempo, que a mí se me hizo eterno, el alumno dio por terminada su obra. Se apagó el proyector, dejó de pitar y se encendieron las luces. El artista de quinto, ceremonioso, sacó un mechero del bolsillo de la bata y le pegó fuego al papel para regocijo la mayoría de los presentes y pavor de los cobardes como yo que tosíamos y contemplábamos como única salida la ventana de un segundo piso. Cuando el fuego remitió, el alumno de quinto metió en una cajita de cartón unas cuantas cenizas y firmó en la tapa con un pincel fino. Me dijeron que había sacado un sobresaliente. Yo pensé que el mago de tercera que se sacaba pañuelos de la manga en la comunión de mi hermana poseía un talento renacentista al lado de semejante mierdas.

Me voy a permitir una cita larguísima del libro de Robert Crumb “Recuerdos y opiniones”.

“En mis primeras viñetas tales como Fritz Bugs Out me solía mofar del universitario seudo-kerouquiano (......), el clásico chaval con jersey negro de cuello alto que se las daba de enrollado mundano y errático que ligaba con niñatas románticas de buena familia. En verdad me amargaba constatar hasta qué punto ese rol podía llegar a funcionar. Sabía sin sombra de duda que yo era un artista mucho más interesante que un pintor expresionista que conocía en Cleveland, que no pintaba más que lienzos grandes de dos metros y medio y cuyas obras eran sólo cagadas infectas… ¡lo peor! Pero era un individuo bello, aristado y robusto que se tocaba con esta enorme bufanda sobre un suéter ajado. El tío se quedaba contemplando su lodazal de pinturas mientras las tías le traían cafés. Había siempre jóvenes atractivas pendulando por el estudio y tratando de llamar la atención de este individuo con un aura de capa y espada que resultaba tremendamente exitosa entre las mujeres. Su ‘arte’ era lo de menos”.

Crumb habla de los años cincuenta. Estamos en 2020 y seguimos en las mismas. Si acaso, aquellos “artistas” tenían la deferencia de mancharse las mangas del jersey. Los guapitos de ahora encargan sus mecanismos a otros mientras se castigan los abdominales en el gimnasio. Conozco a uno que se hizo construir un globo meteorológico en el que pretendía poner en órbita un Pokémon. No pasó de los tejados de Burgos antes de que el globo se congelara y la obra de arte se cayera por su propio peso. Ahora, eso sí, la crítica y los idiotas adoran a estos timadores subvencionados, sanos y encantadores que, además, follan sin parar.

Será envidia. 

2

Mi suegra nos regaló uno de esos chismes a los que hablas y te cuentan un chiste, te sintonizan una emisora de radio o te buscan una canción entre otras opciones que desconozco porque me la peta. La verdad es que el artefacto me ha venido muy bien estos días de reclusión en casa, sobre todo para escuchar música mientras cocinaba. Pero como estos robots espía me caen muy mal, aunque tengan una voz femenina tan dulce, he encontrado la manera de divertirme con ellos. Al mío lo puteo sobremanera. He decidido que mi robot se acoja a la corrección política, de manera que le hablo como si fuera un gangoso con frenillo. Le digo: “Okeys Goodgled, pondme dumbas de Pedet”, ¡y va el cabdón y me las podne! ¡Hay que ver lo rápido que aprenden los animalitos!

(Esta mañana, antes de escribir esta chorrada, le he preguntado a Ana que cómo se llaman estos artilugios. “OK Google”, me ha respondido, y el aparatejo ha entendido que se le hablaba a él y se ha quedado esperando una orden. Le he dicho a Ana “¡Ves lo que has hecho!”, y entonces el robot me ha respondido: “Todavía no puedo ver. Lo intentaré en el futuro”. ¿Acojona o no?).

3

Hay que ser honrados.



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