21/06/2020 Se acabó la alerta.
1
Enrique Bunbury es un cantante que me cae mal. Su carrera
despegó imitando a Jim Morrison en un grupo que se llamaba “Héroes del Silencio”,
un nombre de paletos con pretensiones que era un fiel reflejo del tal Bunbury,
un tipo histriónico que cantaba engolado, desafinado y dándose pisto.
2
El escenario estaba a oscuras. El campo de fútbol del pueblo
lleno y el público expectante, como no podía ser de otra manera en un concierto
gratuito. Entonces, un cañón de luz iluminó al Mesías Bunbury, solo sobre el
escenario con una melena blanca y lisa que le llegaba a la cintura, pantalones
pitillo de cuero negro, los brazos en cruz y el torso desnudo. Los espectadores
cayeron en trance. Sin embargo, ni mis amigos ni yo dábamos crédito a semejante
infamia, de modo que expresamos nuestro descontento en voz alta. Le gritamos “petimetre”,
“mindundi”, “malfaener” y que era bastante hijo de puta. Pienso que, de algún
modo, Bunbury malinterpretó nuestros comentarios, porque paró de golpe el
espectáculo y nos invitó a abandonar el recinto con unos modales exquisitos. La
verdad es que Bunbury nos dio una lección, el cabronazo.
3
Treinta años después leo un artículo en el periódico en el
que se acusa a Bunbury de plagio. Se ve que a lo largo de los años ha picoteado
de aquí y allá versos de algunos poetas para escribir las letras de sus
canciones. Pero Bunbury no se conformaba con copiar a oscuros poetastros de
tugurio, ¡pues bueno es Enrique Bunbury! Bunbury ha fusilado entre otros a
Leonard Cohen, Charles Bukowski, Fernando Arrabal, Sánchez Dragó, Benítez
Reyes, Frida Khalo, Carver, Blas de Otero, Michel Houellebecq, Gabriel Celaya,
Nicanor Parra, Antonio Gamoneda, Pedro Casariego, Haruki Murakami o Benedetti.
¡Tócate los huevos! Preguntado por el asunto, el bueno de Enrique ha declarado
que: “No es plagio ni es nada. Es lo que hacemos los escritores en todos los
ámbitos: recoger frases de la calle, de los periódicos, de los bares y, por
supuesto, de los poetas. La acusación es una chorrada. Y si no que le pregunten
a Dylan”.
Esta defensa no es más que una prueba de la demencia
arrogante del individuo Bunbury que, pillado en falta, se excusa comparándose
con Dylan.
He buscado sin suerte una cita de Groucho Marx en la que
pide disculpas a los lectores de su libro si no está del todo bien redactado.
Viene a decir que más vale que el texto sea malo, pero suyo y sincero, antes que
recurrir a un “negro” para que se lo escriba. Yo jamás he escrito algo que no
sea mío sin citarlo. Por eso todo lo que escribo es tan malo.
Ahora, todo hay que decirlo, Bunbury lee, cosa que le honra.
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