No creo en el destino, más allá de que sé que me he de
morir, como todo el mundo. Sin ir más lejos, esta frase que acabo de escribir
es fruto del azar. Podría haber escrito otra para iniciar este texto,
probablemente mejor. De hecho, se me había ocurrido otra, pero como no la he
anotado se ha ido al limbo de las frases pensadas. Creo que la mayor parte de
lo que nos ocurre sucede porque sí, sin más.
No soy jugador. Los juegos que menos soporto son aquellos
sobre los que no tengo ningún control. Tampoco me gustan las sorpresas. De
manera que, una vez más, naufrago en la paradoja. Aborrezco la predestinación y
me incomoda el azar. A ver, por decirlo de algún modo, me encanta cierto tipo
de azar poético, ligeramente controlado. Me explico con una historia. Anteayer
o hace dos días, no lo recuerdo, almorcé con A y con JV. Como tengo mala
memoria, he creado una regla nemotécnica para recordar en qué día me ocurre tal
o cual cosa, pero la he olvidado. Almorzaba, pues, con A y JV y la conversación
derivaba de un modo ameno e instructivo no exento de cierta polémica. A opinaba
que la corrección política es una gilipollez, mientras que JV pensaba que es
una mierda pinchada de un palo. Yo, sin embargo, apunté que ninguno estaba en
lo cierto sino que se trataba de un complot de los cojones, posiblemente
pergeñado por los extraterrestres. Puse como ejemplo lo siguiente (y que me
perdone mi lector el cambio de registro): cada vez que muere una mujer a manos
de un hijo de puta, alguien acaba soltando la siguiente mentecatez: “El 50% de
la población está matando al 50% restante”. Esto, sobre ser una idiotez mal
expresada, resulta muy ofensivo. Aunque no lo creo necesario, no puedo evitar decir
que ni el 100% de los hombres matamos a nadie ni el 100% de las mujeres están
muertas. Obviedades aparte, lo más increíble del caso es que estos gurús de lo
políticamente correcto pasan por alto, o no se enteran, cuando los personajes
de sus series favoritas caen en comportamientos machistas. Esta situación que
describo la he visto en dos series que se suponen progresistas, “Friends” y“Big
Bang Theory”. Una pareja, chico y chica, llegan a un restaurante muy caro que
está de moda en ese momento. Tiene que ser para ambos una noche especial. Cuando
llegan, aun a pesar de que han reservado una mesa, tienen que hacer cola. Un
tipo que está en un estrado, a la entrada del restaurante, es el que decide
quién se sienta a cenar y quién debe esperar. Por cierto, qué extraño personaje
el del tipo del estrado, un gilipollas arrogante y atildadillo, seguramente
homosexual, que juega a ser Dios cuando tan sólo es un mierdecilla. Pues bien,
nuestros protagonistas esperan su turno. Pero las chicas, en ambos casos, ven
que otras parejas se cuelan por delante del atildadillo. Entonces estas chicas,
que se supone que han elegido a sus novios por su inteligencia y sentido del
humor y no por su bravura, les exigen que se comporten como deben, es decir,
como machos verdaderos. Pero los dos fracasan. No sirven ni el soborno ni la
chulería impostada. Entonces las chicas, algo mosqueadas y haciendo notar a los
chicos su disgusto, deciden tomar cartas en el asunto utilizando lo que se da
en llamar sus armas de mujer. El problema es que al petimetre no le van las
ostras. Y siguen esperando. En resumen, los hombres han de ser fuertes y
competitivos, las mujeres, coquetas y seductoras, y los maricones son todas
unas rabiosas. Y que conste que no tengo nada en contra de los estereotipos,
pero sí de las diferentes varas de medir.
A y JV me dijeron que estas cosas sólo pasan en las grandes
ciudades, como NY o LA, pero no en VLC, donde vivimos como adanes y evas en el
paraíso terrenal. Esto nos llevó a hablar de algunos pueblos de la comunitat.
De ahí, a los topónimos y de cómo Franco sólo se atrevió a castellanizar los
nombres que tenían fácil traducción como Elche, Calpe o Játiva, pero no tuvo
huevos para hacerlo con Rafelbunyol (Rafaelbuñuelo), Massanassa (Demasiadanapia),
Massarojos (Demasiadospelirrojos), Massalavés (Muchosalaveses), Massamagrell
(Demasiadacarnedecerdo) o Alginet (Alguienlimpio).
Y entonces A comentó algo que sirve como colofón y moraleja
de esta historia. A nos contó que estuvo a punto de vivir en Roca-Cúper, una
pequeña pedanía de la huerta de Valencia, porque le gustaba el nombre. Así la
conversación, fruto del azar controlado, nació de nuestra opinión sobre lo
políticamente correcto, fluyó hacia las grandes ciudades y lo bien que se vive
en la nuestra, sobre todo cuando acabas de empujarte un bocata de embutido y
una cerveza, de ahí, a lo exótico de nuestros pueblos y, por último, al que
alguien pueda cambiar su destino porque le gusta el nombre de un lugar que no
conoce. Poesía.
Desde ese espermatozoide valeroso que entre tantos y contracorriente
fecundó el óvulo que nos hizo, todos nadamos en el río del azar. Por lo tanto,
como dijo el poeta, be water my friend.
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