13/04/2020 Trigesimoprimer día.
“Los viajes de Sullivan” es una película de 1941 dirigida
por Preston Sturges. Ya tiene unos añitos, pero salvo algunos gags que ahora
parecen infantiloides, le peli ha envejecido con elegancia y da todavía mucho que
pensar. Antes de comenzar la película, en cuanto terminan los créditos, se lee
la siguiente dedicatoria:
“A la memoria de aquellos que nos hicieron reír: los
titiriteros, los payasos, los bufones de todos los tiempos y naciones, cuyos
esfuerzos han aligerado un poco nuestra carga. Esta película está cariñosamente
dedicada a ellos”.
Hace unos días un partido político, aprovechando la
situación actual, lanzó el siguiente tuit:
“A lo mejor ahora los españoles se dan cuenta de que podemos
vivir sin los titiriteros pero no sin nuestros agricultores y ganaderos”.
Ante las quejas del colectivo de cómicos, una diputada del
mismo partido replicó:
“Ya está la izquierda llorica y victimista hablando de
delitos de odio cuando alguien les lleva la contraria y no comulga con su
totalitarismo. Decir que los titiriteros chupópteros del Gobierno no sois
necesarios no es un delito, es la constatación de un hecho”.
Aquí, en realidad, se abre el debate de si son necesarias
las subvenciones institucionales para el cine y el teatro si estas son aportadas
bajo parámetros ideológicos, de modo que condicionan la creatividad o la
capacidad crítica de los autores.
Es un tema con algunas aristas sobre el que tengo opiniones
encontradas y que, en cualquier caso, no es el asunto del que quería hablar.
Regresemos al tuit, cuya imbecilidad es tan obvia que abochorna.
El redactor dice: “A lo mejor ahora los españoles se dan cuenta de que…”,
tratando a los españoles en su totalidad como tontos del culo que necesitan de
una pandemia para comprender que “podemos vivir sin los titiriteros pero no sin
nuestros agricultores y ganaderos”. Pues sí, podríamos pasar sin ver películas
pero no sin comer, claro. Viene a ser como decir: “A ver si los españoles se
dan cuenta de que podemos vivir sin sombrero pero no sin pulso cardíaco”. Resulta
paradójico que quienes defienden la
españolidad como un atributo cuasi divino, piensen que los españoles son unos
mentecatos que necesitan de su tutela para darse cuenta de las cosas. Vamos, lo
mismito que opinaba el Generalísimo. Se les ve mucho el plumero. Por último,
llama la atención que utilice el término “titiritero” como algo peyorativo. Yo
nunca he sido muy de marionetas ni de volatineros, pero siempre lo he achacado
a mi incapacidad para disfrutar de algunos espectáculos complejos cuyo
argumento se me escapa a menudo. Creo que el tuitero confunde al titiritero con
el títere. O algo así. Me recuerda a aquel que dijo: “Cuando oigo la palabra
cultura echo mano de mi pistola”.
Dicho lo cual, he establecido como rutina ver una peli cada
noche, subvencionada o no. Las películas que veo están interpretadas por
actores y actrices. No sería quien soy si no fuera por Walter Matthau, Jack
Lemmon, Marcello Mastrioanni, Fernando Fernán Gómez, Robert de Niro, Bette
Davis, Barbara Stanwyck, Katharine Hepburn, Claudia Cardinale o Rafaela
Aparicio. Y como coja carrerilla lleno varios folios. Todos ellos, como se
sabe, unos chupópteros que no pegaron ni pegan palo al agua.
Esta noche toca Lubitsch
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