12/04/2020 Trigésimo día
En las
películas de presos suele haber uno viejo que ha pasado toda su vida entre
rejas y que, una vez cumplida su condena, queda libre y no sabe qué hacer con
su vida. A veces delinque con la esperanza de que lo encierren de nuevo. Otras,
se ahorca.
También los
hay soplones, no tanto por lograr beneficios penitenciarios como por su
incontinencia y sumisión. Se chivan al alcaide a la mínima indisciplina de
sus compañeros, los asquerosos membrillos.
A algunos los violan en las duchas cuando se
les escurre el jabón.
Otros
adiestran ardillas, ratones o pajaricos.
Muchos
estudian para abogado buscando jurisprudencias que los libren de la silla.
Y están los
que quieren escaparse a toda costa, limando barrotes y cavando túneles. Son los
héroes.
La bicha Covid (ahora es una hembra) ha matizado estos
papeles:
El viejo se
muere sin darle más vueltas al asunto.
Los soplones
pían desde las ventanas y los tejados porque no pueden evitar ser como son, los
muy mierdosos.
La ducha es
opcional y hay que respetar la distancia de un metro y pico. Sólo lo más
dotados pueden violar a esta distancia.
A los
pajaricos se le domestica con facilidad, sobre todo a las palomas, porque a
falta de abuelos asaltan voraces las celdas.
Los que
estudian Derecho no creo que terminen el curso.
Y los héroes
son los que se quedan en las celdas confinados.
Menuda
mierda de película.
Hombre, no tanto.
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