viernes, 1 de mayo de 2020

Mar


01/05/2020 Cuadragesimonoveno día.

Las señeras cuelgan lánguidas de las farolas. No hubo fallas y los falleros no han podido retirarlas. Aunque no lo hubieran hecho de todos modos. Nunca lo hacen. Pero este mes de mayo tienen un puntito tristón que no tuvieron otros años. Mecidas por el viento me recuerdan aquella bolsa que filmó el pre-emo de “American Beauty”, una secuencia pretendidamente poética y cargada de cursilería pero que, por lo que sea, me viene a la cabeza de vez en cuando. Así es la memoria, que retiene pestiños infumables y olvida secuencias magistrales. Mi profesor de guion las llamaba “secuencias faro”, aquellas que recuerdas incluso por encima del argumento de la película o las sensaciones que te produjo.

En mi caso tengo comprobado que basta con que piense que una situación es crucial en mi vida para que la olvide de inmediato. Sin embargo, soy capaz de recordar verdaderas estupideces intrascendentes que quisiera olvidar pero no se me permite. No sé, pasado el tiempo, qué recordaré de esta extraña reclusión. Pero me encantaría que fuese el baño que me voy a dar mañana en el mar, al atardecer, entre los palitos para hurgarse las orejas y los tampones que flotan en la playa de la Malvarrosa. Pero basta que me lo proponga para que no sea así.

Mañana escribiré antes de las ocho. A las ocho en punto saldré escopetado hacia el mar. ¡Qué suerte tengo!

P.D: Casi tres horas después de haber escrito este artículo me dicen que mañana no podré bañarme en el mar. Podré pasear por la playa, pero no por el mar, algo que, si se piensa bien, sólo ha hecho Jesucristo. Me dicen que es para evitar que el paseo parezca una noche de San Juan. Pues nada. Habrá que joderse. 

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