martes, 9 de junio de 2020

Hay momentos


09/06/2020

Hay momentos, cumplida cierta edad, en los que con suerte has vivido lo tuyo, tanto para lo bueno como para lo malo. Yo a veces me siento así. Escribo, planto árboles y he tenido hijos. Lo de los árboles hasta me ha salido bien. Así que los “clásicos” ya los puedo tachar.

 Da la impresión de que la capacidad de sorpresa tiene caducidad.

He vivido experiencias confesables e inconfesables. Estas últimas no me las callo por pudor, sino por no molestar. La vida, encima, me ha tratado bien. Tengo un físico imponente -soy guapo a rabiar-, los médicos y sus alquimias me mantienen aparentemente vivo y bebo y devoro como un sultán. Pero, sobre todo, me siento más querido que rechazado. En resumen, mi vida navega en ese dulce vaivén del oleaje en calma. Y si de vez en cuando amenaza tempestad y zozobra es porque hay mucho gilipollas. Aunque también he aprendido a lidiar con ellos. Todo parece estar en orden.

La curiosidad sobre el porvenir sigue ahí, aunque no tanto por lo que me pueda ocurrir a mí como sobre lo que hagan o hayan hecho otros. Quizá tenga algo que ver con que no me entusiasme viajar, por lo que mis intereses se circunscriben a mi entorno y, ocasionalmente, a trayectos cortos por internet. Vamos, que si me desplazo es a tiro fijo para ver, tocar o escuchar tal o cual pieza, lo que me permite mucho tiempo para deambular sin guía, que de eso se trata cuando uno se toma la tremenda molestia de viajar.

Por encima de todo me interesa el arte. Pero no aquellos artistas que creen que han inventado la rueda porque abren una puerta con un sensor o te ponen cara de chimpancé en una app. Prefiero de lejos las puertas giratorias de Correos (podría pasarme horas mareadillo) o la galería de espejos deformantes del parque de atracciones. Cuando hablo de arte hablo de descubrimiento, desconcierto y emoción, no de bolas de caspa con microchip en los hombros de un batín cosido con fibra óptica y tufillo a alcanfor. La tecnología es bella cuando no tiene pretensiones artísticas., cuando no es más que una herramienta: cuando es ingeniería. Cuando pretende ser transcendente reniega de su propia condición, que no es otra que ser efímera. Es como escribir un poema con agua en una servilleta de papel (aunque esto mola, para qué engañarnos).  

Y después del rollo, la conclusión obvia: ¡la de músicas, libros, pinturas, películas o arquitecturas, ya creadas o por hacer, que me quedan por descubrir! Y la de conversaciones con amigos -escupiéndonos perdigones a la cara sin miedo -. El verano pasado me embelesó Beethoven, un músico jipi que apunta maneras, y ahora mismo ando enganchado a un vodevil que se titula “La montaña mágica” y que me divierte todas las noches.

P.D.1: Quienes me conocen -entre otros tú, mi querido lector- saben que mi pretendida decadencia no es más que dandismo. Soy un yonqui y me gusta saber de todo. Pero es que me cuesta encontrar algo nuevo que me emocione más que sus referentes.

P.D.2: Los alumnos de tercero de este año han presentado sus proyectos esta mañana. El virus nos ha obligado a que lo hicieran por teleconferencia. Sus presentaciones han sido impecables. Lo dejo escrito para el recuerdo.


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