jueves, 21 de mayo de 2020

Condenado


21-05-2020 Sexagesimonoveno día.

Robé una hostia del sagrario de la ermita y la atravesé con la espada de un naipe. Era una hostia grande, esa que el cura bendice y parte en varios trozos antes de comérsela. La hostia resultó ser muy frágil, y cuando la ensarté con la espada recortada del naipe, se rompió en varios pedazos. La recompuse como pude y quedó con el aspecto de un trencadís. Finalmente el collage no me gustó y lo abandoné, entre tantos otros, en la abultada carpeta de los fracasos.

No sé si afanar una hostia de un sagrario alcanza la categoría de sacrilegio. Puede que sí. En mi descargo diré que fue con buena intención: pensaba que el collage me quedaría tan bonito que lo vendería y con lo que ganase compraría comida para los niños pobres. Es mentira. La robé porque me apetecía. Lo del collage se me ocurrió después.

De los Diez Mandamientos he incumplido los diez (si el quinto incluye fumigar algún que otro bicho).

También he profanado tumbas con permiso y ya profanadas sin él. Me explico. He bajado a fosas comunes para traerme cráneos a casa con la excusa de la anatomía artística. Bastaba con darle una propina al conserje del camposanto para que te dejase bajar. También me he acercado a cementerios profanados por satánicos drogados para fotografiar los destrozos y llevarme algún recuerdo.

Mi lista de pecados veniales y mortales es tan extensa como escaso mi arrepentimiento. Me temo que de haber un infierno estoy condenado a arder en él por toda la eternidad. De todos modos, como dijo Aquel, el que esté libre de pecado que tire la primera piedra, y yo tengo mucha fe en Su infinita misericordia. Y seguro que me arrepiento en el último momento y listo.

Por eso le tengo mucho más miedo al castigo humano que al divino. Hoy he quedado a las ocho con mi amigo A. para tomarme un vino de trabajo. Es mentira. Lo de hablar de trabajo lo hacemos por teléfono todos los días a cualquier hora. En realidad, nos vamos a empujar un vino porque sí. Desde el lunes se nos permite ir a los bares, pero a partir de hoy ha de ser con mascarilla. Resultará de una comicidad patética ver cómo nos bajamos la mascarilla cada vez que queramos pegar un sorbo. O eso, o usar pajita. Pero a ver quién es el guapo que se arriesga a que le casquen 600€ por no llevarla. A mí, ahora mismo, me imponen más las multas que el temor a que me pinchen el culo con un tridente.


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