19-05-2020 Sexagesimoséptimo día.
No me considero una persona drástica ni mucho menos
rencorosa, pero cuando tomo una decisión que considero justa es muy difícil que
recule. Pondré un ejemplo. Hubo un tiempo en el que me acercaba de vez en
cuando a un restaurante en el que hacían un magnífico cous-cous por encargo. No era un cliente habitual, pero sí lo suficiente
como para que tanto el dueño como los camareros me reconociesen. El dueño es
belga y antipático. Todo el mundo en el pueblo lo sabe. En realidad el
restaurante se nutre de clientela foránea y sobrevive de lo que saca en verano.
El local es feote, hortera, con flores de plástico en las mesas y sillas de
mimbre pintadas de rosa tan del gusto de los guiris que calzan sandalias con
calcetines. Pero lo importante en su momento era que el cous-cous estaba buenísimo y que las raciones saciaban. Un día,
vencida mi tacañería congénita por la ingesta inmoderada de combinados a
deshoras, decidí invitar a unos amigos. “El local es feote -les dije- y el
dueño es un gilipollas, pero cocinan un cous-cous
excelente”. Después de un par de entrantes aceptables, sacaron el puchero y
las bandejas con el cous-cous. Entonces
se acercó el dueño del restaurante, con su carota gorda y su pelo a cepillo. Yo
pensé que se trataba de la clásica visita protocolaria, pero no. El belga me
miró y me dijo: “¿Usted sabe cómo se come el cous-cous?”. No he vuelto por ahí. Han pasado ventiséis años.
Hoy he tomado la decisión de no votar de momento y, me temo,
que por muchos años. Es probable que me lo piense en las municipales, pero
dependerá de los candidatos. Han pasado casi cuarenta años desde que voté por
primera vez y siempre he cumplido con lo que consideraba mi obligación. He sido
miembro de una mesa electoral cuatro veces, la última como presidente cuando lo
de la OTAN. Pero me he cansado. No es una cuestión coyuntural, quiero decir,
que no tiene nada que ver con la gestión de la pandemia. De hecho, nunca he
estado tan desinformado como lo estoy desde que comenzó. Es hartazgo puro y
duro. Tanto o más de mis conciudadanos que de los políticos. ¿Y pensar que hubo
un tiempo en el que por dos o tres cuartos de hora pensé en afiliarme?
P.D: Todo el mundo sabe que el cous-cous se come metiéndoselo en la boca, masticando y tragando.
Puto belga gilipollas.
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