17-05-2020 Sexagesimoquinto día
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No creo que ser culto sea ni un demérito ni un privilegio. Al
parecer, y por lo que estoy viendo últimamente en películas y series, las
personas cultas pertenecen a una élite rica, se rodean de objetos y obras de
arte caras y viven en casas singulares en las que reciben a sus invitados en
batín. Y además son pedantes, fatuos, hipócritas y aburrídisimos entre otros muchos
defectos. El noventa por ciento restante de la población somos gente campechana
que nos conformamos con encender la barbacoa, beber cerveza y echarnos unas
risas con los amigos mientras hacemos pedorretas con los sobacos. Así, sin matices.
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La sensación de estar viviendo dentro de una película de
ciencia-ficción fue muy intensa los primeros días de confinamiento. Pero uno se
acostumbra a todo, a los guantes y mascarillas, a los vagones vacíos en el
metro y a mantener las distancias cuando te encuentras con algún vecino a la
hora del paseo. Pero si hay algo que no olvidaré nunca es el mensaje que se
escucha cada poco a través de la megafonía1 de Mercadona: “No
acaparen alimentos. Todo esto pasará. Racionalicen el miedo”. Racionalizar el miedo… acojona, ¿eh?
1 Hubiera querido escribir “altoparlantes”, pero
no quería parecer una persona culta de mierda.
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