lunes, 18 de mayo de 2020

Fase 1. Plastas y cobardes


18-05-2020 Sexagesimosexto día.

1

Poco tiempo para escribir. Pero quería dejar constancia de la alegría que me ha dado asomarme a la ventana y ver cómo subían la persiana del bazar chino de enfrente.

2

De camino a la peluquería me ha saludado un plasta con mascarilla. Iba embozado como un salteador de caminos y no le he reconocido hasta que lo tenía al metro y medio de seguridad. Ya era tarde para huir. Como no me acompañaba nadie no he podido utilizar la táctica de la lagartija que, como es sabido, se desprende de su rabo para escapar de los depredadores. Yo lo que hago es dejar a mi acompañante como señuelo al tiempo que retrocedo de espaldas con pasitos cortos. Cuando alcanzo una distancia aceptable, agito la mano y me despido: “Encantado, ¿eh? Nos vemos pronto ya si eso. Un beso a la familia, ¿eh?”. Y después acelero el paso y corro como alma que lleva el diablo. Con los pelmas se debe ser inclemente. No cabe la educación con quien no la ejerce. El de hoy me ha puesto la cabeza como un bombo. Al final me hablaba de la nueva normalidad y le he dicho que para mí sería aligerarme el moño y que llegaba tarde a la peluquería. ¡Jesús, qué plasta!

3

Quiero que quede claro que no tengo nada en contra de utilizar los estereotipos. Hasta los considero saludables inmersos como estamos en la corrección política, un mundo en el que no se puede cantar flamenco si no se es gitano ni llevar rastas si no eres negro. ¡Cuánto ignorante imbécil y racista!

Lo que no entiendo es cuando los estereotipos se utilizan desde la pseudointelectualidad para enrocarse en la corrección política. Me explico citando a mi amigo A.A. No puedo resumir lo que A.A. explica de manera muy rotunda, divertida e inteligente en su canal de Youtube, pero lo intentaré. Resulta que desde hace tiempo la figura del héroe está algo denostada o, al menos, poco de moda. No hablemos nunca más de esos chulos individualistas y machotes que, aun en contra de lo que opinan sus conciudadanos, se enfrentan a la injusticia. Hablemos sólo de la gente normal, de los que día a día sacan adelante los pueblos y los países. ¿No son ellos también héroes? Porque si tiene algo de positivo la figura del héroe es que, según algunos, todos podemos serlo. Pasar una cuarentena encerrados en casa es una heroicidad. Cualquier acto de empatía o solidaridad te convierte en un héroe. Mis abuelos y mis padres fueron unos héroes sin saberlo, porque sobrevivieron a un tiempo de penurias y represión. Mi padre nunca me dijo que se sintiese identificado con Gary Cooper en “Solo ante el peligro” por haber pasado hambre en la posguerra, pero bueno. En resumen, todo el que por culpa de este puto bicho anda haciendo colas para que le den de comer y todos aquellos que trabajan para que no pasen hambre son unos héroes. Los que seguimos trabajando para el bien de otros somos unos héroes. Supongo que todos esos que golpean las farolas del barrio de Salamanca con sus palos de golf desde el asiento trasero de sus descapotables son héroes. Al fin y al cabo son antisistema. El hecho de que sus reivindicaciones sean subnormaloides no les quita un ápice de heroísmo, tal y como se entiende hoy en día. Porque, por lo visto, todos somos héroes pero no todos somos gilipollas.

Toda esta mierda es muy vieja y está pensada para conformarnos. No paro de pensar en María Ostiz, una cantante monjil y tardofranquista cuyas letras no diferían demasiado de las de los cantautores de izquierdas con campanas de pana apelmazada y demasiada nicotina en los dientes.

Pensar que aprender te convierte en un snob me revuelve las tripas, sobre todo cuando viene desde quienes deberían pensar lo contrario. Si tanto miedo tienen a parecer inteligentes que callen la puta boca.  No voy a dejar de utilizar la palabra precisa si la conozco. De lo contrario estaría menospreciando a mi interlocutor.

Nunca he renegado de mi cobardía. No tendría inconveniente en identificarme con un eslogan que lo reivindicase: “¡Todos somos cobardes!”. En realidad, si se piensa, es de una corrección política intachable.

“¡Todos somos cobardes!”. Sobre todo los que disimulan serlo.

Me encanta ponerme plasta de vez en cuando.

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