18-05-2020 Sexagesimosexto día.
1
Poco tiempo para escribir. Pero quería dejar constancia de
la alegría que me ha dado asomarme a la ventana y ver cómo subían la persiana del
bazar chino de enfrente.
2
De camino a la peluquería me ha saludado un plasta con
mascarilla. Iba embozado como un salteador de caminos y no le he reconocido
hasta que lo tenía al metro y medio de seguridad. Ya era tarde para huir. Como
no me acompañaba nadie no he podido utilizar la táctica de la lagartija que,
como es sabido, se desprende de su rabo para escapar de los depredadores. Yo lo
que hago es dejar a mi acompañante como señuelo al tiempo que retrocedo de
espaldas con pasitos cortos. Cuando alcanzo una distancia aceptable, agito la
mano y me despido: “Encantado, ¿eh? Nos vemos pronto ya si eso. Un beso a la
familia, ¿eh?”. Y después acelero el paso y corro como alma que lleva el
diablo. Con los pelmas se debe ser inclemente. No cabe la educación con quien
no la ejerce. El de hoy me ha puesto la cabeza como un bombo. Al final me
hablaba de la nueva normalidad y le he dicho que para mí sería aligerarme el
moño y que llegaba tarde a la peluquería. ¡Jesús, qué plasta!
3
Quiero que quede claro que no tengo nada en contra de
utilizar los estereotipos. Hasta los considero saludables inmersos como estamos
en la corrección política, un mundo en el que no se puede cantar flamenco si no
se es gitano ni llevar rastas si no eres negro. ¡Cuánto ignorante imbécil y
racista!
Lo que no entiendo es cuando los estereotipos se utilizan
desde la pseudointelectualidad para enrocarse en la corrección política. Me explico
citando a mi amigo A.A. No puedo resumir lo que A.A. explica de manera muy
rotunda, divertida e inteligente en su canal de Youtube, pero lo intentaré. Resulta
que desde hace tiempo la figura del héroe está algo denostada o, al menos, poco
de moda. No hablemos nunca más de esos chulos individualistas y machotes que,
aun en contra de lo que opinan sus conciudadanos, se enfrentan a la injusticia.
Hablemos sólo de la gente normal, de los que día a día sacan adelante los
pueblos y los países. ¿No son ellos también héroes? Porque si tiene algo de
positivo la figura del héroe es que, según algunos, todos podemos serlo. Pasar
una cuarentena encerrados en casa es una heroicidad. Cualquier acto de empatía
o solidaridad te convierte en un héroe. Mis abuelos y mis padres fueron unos
héroes sin saberlo, porque sobrevivieron a un tiempo de penurias y represión.
Mi padre nunca me dijo que se sintiese identificado con Gary Cooper en “Solo
ante el peligro” por haber pasado hambre en la posguerra, pero bueno. En
resumen, todo el que por culpa de este puto bicho anda haciendo colas para que
le den de comer y todos aquellos que trabajan para que no pasen hambre son unos
héroes. Los que seguimos trabajando para el bien de otros somos unos héroes.
Supongo que todos esos que golpean las farolas del barrio de Salamanca con sus
palos de golf desde el asiento trasero de sus descapotables son héroes. Al fin
y al cabo son antisistema. El hecho de que sus reivindicaciones sean
subnormaloides no les quita un ápice de heroísmo, tal y como se entiende hoy en
día. Porque, por lo visto, todos somos héroes pero no todos somos gilipollas.
Toda esta mierda es muy vieja y está pensada para
conformarnos. No paro de pensar en María Ostiz, una cantante monjil y tardofranquista
cuyas letras no diferían demasiado de las de los cantautores de izquierdas con
campanas de pana apelmazada y demasiada nicotina en los dientes.
Pensar que aprender te convierte en un snob me revuelve las
tripas, sobre todo cuando viene desde quienes deberían pensar lo contrario. Si
tanto miedo tienen a parecer inteligentes que callen la puta boca. No voy a dejar de utilizar la palabra precisa
si la conozco. De lo contrario estaría menospreciando a mi interlocutor.
Nunca he renegado de mi cobardía. No tendría inconveniente
en identificarme con un eslogan que lo reivindicase: “¡Todos somos cobardes!”. En
realidad, si se piensa, es de una corrección política intachable.
“¡Todos somos cobardes!”. Sobre todo los que disimulan
serlo.
Me encanta ponerme plasta de vez en cuando.
Me encanta ponerme plasta de vez en cuando.
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